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viernes, 4 de octubre de 2013

DIEGO I

Jueves 19 de Septiembre

Querido amigo:

                   ¡Hola! Me llamo Diego. Tengo veinte años, la piel oscura y los ojos y el pelo grises. Soy bastante delgado y no muy alto, mido 1,80, mis manos son alargadas y tengo las orejas puntiagudas ¡Ha! Se me olvidaba. Soy un Drow. Para los que no sepáis que es eso, que seréis la mayoría, os diré que soy un elfo oscuro.
         Los elfos oscuros somos descendientes de los elfos normales, y abrazamos el mal hace siglos, por lo que fuimos expulsados por ello a las cuevas del subsuelo, donde en grandes cavernas hemos construido ciudades casi tan grandes como las vuestras en la superficie.
         Se supone que mi especie es cruel y malvada, algo que he podido comprobar en mi propia piel, pero yo nunca he sido malvado, al contrario, siempre he sido de buen corazón, lo que me acarreó bastantes problemas. Fui repudiado por toda mi raza, incluida mi familia, hasta que harto decidí escaparme de allí aprovechando el ataque a una casa rival.
         Estuve casi un año, creo que fue un año, deambulando por las cavernas y túneles que hay bajo tierra en una completa oscuridad, enfrentándome a toda clase de seres y esquivando multitud de problemas, hasta que encontré un túnel que me llevó hasta una cueva, que me permitió salir a la superficie.
         Al principio no podía tolerar la luz del sol. Mi raza se ha pasado tanto tiempo sin ver el sol que solo un poco de luz nos resulta cegadora. Por eso, cuando salimos, normalmente para atacar a los elfos y a otras criaturas de los bosques, lo hacemos de noche, protegidos por la luz de la luna, que no nos resulta tan cegadora por que nuestra luz artificial tiene su misma intensidad.
         Poco a poco me fui acostumbrando a ella y acabé soportando la luz solar, lo que me permitió salir a explorar vuestro mundo y encontré vuestra ciudad. Aquí, aunque tengo que soportar las burlas por mis orejas picudas, es sorprendente la facilidad que tenéis para buscar los defectos en los demás, conseguí encontrar amigos leales con los que pensé que podría llevar una vida normal. Y digo pensé porque anoche nos pasó algo increíble y peligroso.
         Como era viernes, decidimos salir de fiesta, menos Fernando que se tuvo que ir, y fuimos a buscar un local donde pasar un buen rato. La noche era bastante oscura, a pesar de que la luna estaba completamente llena, y fría. No se oía casi ningún ruido, ni siquiera el de los animales, y la niebla fue cubriendo cada vez más los callejones y calles.
         Mis sentidos de elfo oscuro me decían que algo raro pasaba y de que un peligro acercaba cerca de nosotros, pero no los hice caso porque en vuestro mundo no suele haber muchos peligros, a parte de los que provocáis vosotros claro. Por desgracia me equivocaba.
         Estábamos caminando por la orilla del río, cuando, proveniente de una de las calles, que estaba completamente a oscuras e invadida por una espesa niebla, escuchamos un enorme gruñido, que nos puso los pelos de punta a todos. En ese callejón había algo. Algo muy peligroso. Mis sentidos, más que decírmelo, me lo gritaban, pero yo ignoré estos pensamientos y no hice caso de mis sentidos. Tendría que haberlo hecho.
         Segundos después del gruñido, dos pequeños puntos rojos, como la sangre, que pensábamos que eran de algún automóvil, empezaron a brillar en mitad del callejón. Desgraciadamente no era un automóvil y esos puntos no eran dos focos.
         ¡Eran dos ojos! ¡Los ojos de una horrible bestia! Lo primero que vimos fue su cabeza, una cabeza de lobo, con terribles dientes ensangrentados y con restos de carne y ropa entre ellos. Luego aparecieron su cuello y sus hombros, grandes, fuertes y llenos de pelo. Seguidamente sus manos, que parecían de hombre, pero acababan en terribles garras que dejaban regueros de sangre por el suelo, y un pecho peludo, en el que se podía ver lo que debía de haber sido una camisa, completamente destrozada. Después aparecieron sus piernas, gruesas, llenas de músculos y que acababan en dos pies con garras, y por último su pequeña y peluda cola.
         La bestia emitía gruñidos por su garganta, en la que se podían notar las vibraciones, su pecho subía y bajaba con enorme velocidad, señal de que había estado de caza hacia poco, y un humo blanco salía por su hocico.
         Serena y Amata no pudieron evitar gritar y la bestia nos miró, hasta entonces no se había percatado de nuestra presencia, con sus dos ojos rojos, inyectados en sangre, en los que se podía ver una muerte asegurada. Se puso a dos patas y, echando la cabeza hacia atrás, aulló de una manera tan espeluznante que nos heló la piel.
         Tras el aullido, se puso de nuevo a cuatro patas y empezó a correr hacia nosotros para comernos. Ver a ese monstruo venir corriendo hacia nosotros, con esas garras gigantescas y esos dientes blancos y rojos brillantes y afilados, nos dejó paralizados en el sitio de miedo.
         El primero en reaccionar fue Remo, que con un valor temerario empezó a correr en dirección a la criatura, mientras nosotros le gritábamos por detrás, hasta que dio un giró y la bestia lo empezó a perseguir olvidándose completamente de nosotros, justo lo que había buscada Remo.
         Por desgracia, en sus prisas, se tropezó en mitad de una encrucijada de caminos y, justo cuando la bestia saltaba sobre él para desgarrarle, apareció, quien sabe de donde, un gigantesco lobo, que de un salto hincó sus dientes sobre el costado de la criatura tirándola al suelo y salvando a Remo. Se trataba de un lobo gigantesco, el triple de tamaño que uno normal, de color marrón y los ojos color ámbar, bastante brillantes.
         La enorme bestia se levantó enseguida y de un potente manotazo se quitó al lobo, que todavía le seguía mordiendo, de encima y lo estrelló contra un escaparate, que se rompió en mil pedazos, rompiendo lo que había allí expuesto.
         Remo aprovecho esto para levantarse y echar a correr, pero el monstruo, habiéndose librado de su atacante, volvió a perseguirlo con una velocidad vertiginosa, que no le sirvió de mucho, por que el lobo, después de unos segundos, se recuperó y no se lo pensó dos veces para ir al ataque de nuevo y morder a su enemigo en una pata, tirándolo de bruces contra el suelo.
         Mientras el lobo, sin dejar de morder la pata, arrastraba a la bestia hacia atrás y esta intentaba alcanzarlo con sus enormes garras, Remo, sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia el escaparate roto, agarró con las dos manos la pata de una mesa rota acabada en punta y se dirigió resueltamente hacia la bestia, que se debatía furiosa tumbada en el suelo sin poder librarse del lobo.
         Cuando Remo estaba a pocos pasos, los dos giraron la cabeza y la bestia, al ver el nuevo peligro que se acercaba, encontró nuevas fuerzas y, librándose del lobo con una fuerte patada, que lo envió varios metros hacia delante, estrellándolo contra un muro, se levantó cuan largo era y afirmó los pies en el suelo para hacer frente a Remo.
         Tras tragar saliva, Remo empezó a correr hacia la bestia, con su arma apuntando contra el pecho del monstruo, lanzando un potente grito. La bestia, cuando vio que lo tenía cerca, intentó desgarrarlo con su mano derecha, si es que a aquello se le podía llamar mano, pero Remo, agachándose con gran habilidad, consiguió esquivar el manotazo y colocarse detrás del engendro, clavándole al instante la punta de la pata.
         El monstruo lanzó un enorme rugido de dolor, se quitó el arma de la espalda y se volvió hacia Remo hecho una furia. Remo, en lugar de asustarse como hubiera hecho una persona normal, cosa que al parecer no es, flexionó las rodillas y saltó hacia la cabeza de la bestia, que al verlo venir lanzó un rugido, supongo que fue la bestia, aunque no se veía nada, y no el lobo.
         La imagen de Remo agarrado a la cabeza del engendro mientras esquivaba los golpes de la bestia nos dejó sin respiración. Y sin respiración nos volvió a dejar que Remo mordiera a la bestia en el cuello. Si, no habéis entendido mal. Remo mordió a la bestia, que lanzó un terrible aullido de dolor y enfurecida, de un manotazo, se quitó a Remo de encima, que fue rodando por el suelo hasta chocarse contra la pared.
         El monstruo se estaba acercando a él, cuando oímos un gruñido que daba más miedo que todos los anteriores. Lo había provocado el lobo, del que nos habíamos olvidado por completo, que miraba con ojos enfurecidos a la bestia acercándose a un maltrecho Remo, y ocurrió una cosa sorprendente.
         El lobo empezó a cambiar y, con un crujir de huesos, que se podía escuchar incluso desde donde estábamos el resto viendo todo lo que ocurría, se convirtió en un ser parecido al otro pero con los ojos ámbar, que se lanzó en una embravecida carrera contra su contrincante.
         Prefiero no relataros todos los detalles de la pelea, porque, a parte de que muchos de vosotros necesitaríais ir al baño a vomitar, no acabaría nunca. Solo os diré que, durante varios minutos, hubo arañazos, mordiscos, gruñidos, aullidos, choques contra la pared y todo lo que se os pueda ocurrir.
         La batalla acabó cuando la bestia de ojos rojos, ya cansada y con ríos de sangre manándola de las heridas, huyo del lugar internándose en las oscuras calles de la ciudad y nosotros nos dirigimos hacia donde estaba Remo, que, apoyándose en la pared, consiguió levantarse él solo.
         A pesar de que se le veía bastante herido, nos dijo que estaba bien y que no llamásemos a una ambulancia, cosa con la que no estábamos de acuerdo pero que tuvimos que aceptar al ver su insistencia, y se quedó mirando a la otra bestia, que miraba en la dirección en la que se había ido la otra.
         La bestia de ojos ámbar volvió a transformarse en lobo y giró la cabeza hacia donde estábamos, pero su mirada solo se centró en Remo y, durante unos segundos, se quedaron mirándose a los ojos. Después el lobo agachó la cabeza. Os juro que su mirada parecía estar cargada de un dolor atroz, que no parecía provenir de las heridas que tenía. Y desapareció de nuestra vista zambulléndose en la niebla.
         Nosotros, tras un momento de estupor y de ver que Remo estaba bien, nos empezamos a ir cada uno a nuestras casas. Pero yo decidí acompañar durante un buen trecho a Amata, la chica a la que quiero.
         Sé que os va a parecer un poco ruin por mi parte. Pero aproveché el estado de nerviosismo en el que se hallaba para poder abrazarla y tocarla todo lo que pude, incluso me atreví a darla un beso en la frente ¿Sabéis lo mejor? Que ella no se alejó. Ni siquiera parecía molestarla el contacto, si no, más bien, todo lo contrario, parecía agradarla.
         Esto parece muy bonito pero en realidad es una mierda. Yo no soy como ella y no sé que pensará de mí si se enterase de que pertenezco a una raza malvada y perversa de elfos. Ella es buena y cándida. Si existieran los ángeles seguro que serían como ella.
         Me gustaría seguir contándote más cosas pero he quedado con mis amigos a la diez en “La Luna Llena”, se me ha hecho un poco tarde y vivo algo lejos, en las mazmorras de una torre cárcel, que debió de pertenecer a un antiguo y magnifico castillo. Me gustaría decirte que sé que todo va a salir bien, pero ya miento demasiado a mis amigos y no quiero mentirte a ti.

Un abrazo muy fuerte:
                                                                                                                         Diego

2 comentarios:

  1. Me encanta!!! Por favor sigue escribiendo es genial ^^

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    1. Gracias por seguirme. Y no te preocupes que habra historia durante mucho tiempo.

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