Seguidores

miércoles, 25 de septiembre de 2013

SERENA I

Martes 17 de Septiembre

Querido amigo:

                   ¡Hola! Me llamo Serena y soy una sílfide. Seguramente es la primera vez que oyes este nombre. Eso se debe a que casi nunca nos dejamos ver y lo normal es que seamos de carácter solitario. Además como nos hacemos invisibles podemos estar a tu lado sin que te des cuenta.
         Tengo veinte años, la piel algo morena, es que me gusta tomar mucho el sol, el pelo rojo, los ojos verdes y mido 1,70 de alto. Cuando estoy en mi forma de sílfide, me salen cuatro alas de libélula transparentes, que me ayudan a darme impulso cuando quiero volar.
         Vivo entre las ramas de la copa de un gigantesco árbol, que se encuentra oculto en lo más profundo del bosque, junto a otras sílfides con las que nunca me relaciono a no ser que tengamos una reunión o tengamos que proteger nuestro hogar. Cerca del árbol hay una hermosa poza natural con una impresionante cascada, donde me gusta observar a los peces y a los animales del bosque sentada en una roca de la orilla, mientras el agua baña mis pies y el sol me da en la cara.
         Cuando nací en un nido en las montañas, donde también nos gusta vivir, me llevaron al cuidado de una sílfide, de la que ya no recuerdo su nombre, para que me enseñara todo lo que tenía que saber sobre el bosque y sus habitantes junto a otras pequeñas sílfides de mi edad.
         A los diez años estábamos todas muy ilusionadas y nerviosas, porque por fin íbamos a volar por vez primera. Nosotras no podemos volar hasta cumplir los diez años debido a que hasta esa edad las alas no son lo suficientemente fuertes. Fue un día que jamás olvidare.
         Después nos fueron enseñando, siempre desde el aire, el resto del bosque, las montañas con sus valles y gargantas, vuestra ciudad y el gigantesco lago salado, al que, si no me equivoco, llamáis mar. Fue un tiempo en el que disfrute mucho, pero, por desgracia, no duró para siempre.
         Luego vino cuando nos enseñaron lo que se supone que deberíamos hacer durante el resto de nuestras vidas y resultó ser de lo más deprimente y desalentador. Se supone que tenemos que quedarnos quietecitas en nuestro árbol protegiéndolo a él y a los seres que habitan a su alrededor hasta que el árbol muera o nos muramos nosotras.
         ¿Yo? ¿Quedarme quieta? ¡Los cojones! Como soléis decir vosotros. Me resultaría prácticamente imposible. Soy soñadora y aventurera y desde pequeña quería conocerlo y verlo todo. Por eso un día, cuando las demás estaban sentadas en una rama escuchando como se debían recoger las avellanas para ayudar a las ardillas, que por cierto pueden hacerlo perfectamente ellas solas, yo, sin que nadie se diera cuenta, me escape y me fui de aventuras.
         Ese día vi muchas cosas pero al volver me esperaba Safo, la jefa de nuestro árbol o, como yo la llamo, la Controladora, por que eso es lo único que hace. Se sienta en lo más alto de la copa y con ojos de buitre se dedica a vigilarnos al resto, así que mi desaparición no pasó desapercibida.
         ¿Sabéis que me dijo? Que si me volvía a escapar me lanzaría un hechizo para que ya no pudiera volar ¿Qué creéis que hice? Al día siguiente me volví a escapar. Me daba igual que me quitara la capacidad para volar. Tengo piernas y puedo caminar.
         Ese segundo día encontré el lago con la cascada, que desde entonces es mi refugio, y me bañe en el lago junto a una enorme cantidad de peces, corrí con los ciervos, trepé hasta lo más alto de los árboles con las ardillas y volé por encima de las nubes con las águilas. Me sentí dichosa y feliz. Pero llegó el momento de volver al árbol y tuve que volver a enfrentarme a Safo.
         Os prometo que me entraron ganas de… ¿Cómo se dice? ¿Mandarla a la mierda? Si, creo que es eso. Bueno, sea como sea, me enfade mucho con ella y me revelé, ante la estupefacción de mis compañeras, por lo que Safo me encerró en una cárcel, que hay dentro del árbol, hasta que mejorara mi comportamiento y me quitó la capacidad para volar. Pero no me sentí ni preocupada ni triste. Estaba encerrada, pero había defendido lo que creía que era justo y eso era lo más importante para mí. Por muchos días que pasasen yo no pensaba cambiar de parecer.
         Esa noche, cuando dormía, escuche un ruido en los barrotes de madera de la ventana de mi celda. Eran dos simpáticos castores, con los que había estado ese día, que roían los barrotes para permitirme escapar. Tras varios minutos consiguieron quitar todos los barrotes, que coloqué a un lado para volver a ponerlos cuando volviera, y salí a la noche.
         Las sílfides solo trabajamos de día y por la noche dormimos, a si que nunca había visto la luna hasta ese día. Era espléndida y su brillo me cautivó desde el primer instante. Estaba sola en mitad del firmamento oscuro y lleno de pequeños puntos luminosos, que como luego supe se llaman estrellas.
         Luego me dirigí hacia la ciudad para ver como era desde tierra firme y asi pude ver mejor vuestros enormes árboles cuadrados con gotas de rocío grandes y cuadradas, vuestros escarabajos que se mueven con cuatro piedras redondas, las orugas de seis piedras, los ciempiés gigantes que se mueven rapidamente, los enormes topos alargados del subsuelo. Luego me enseñaron que eso no son animales, sino lo que vosotros utilizáis para moveros: coches, autobuses, trenes, metros…
          También entre en las tiendas de ropa, juguetes, comida. Vi vuestros bares y discotecas, que ahora sé como se llaman porque aquel día todo me resultaba extraño, incluidos vosotros porque había chicos con pintas muy extrañas ¡Algunos hasta tenían crestas en la cabeza! No sabía hacia donde mirar. Todo era extraño y fascinante.
         Pero llegó la hora de volver al árbol y fue ahí cuando descubrí lo peligroso que puede ser vuestro mundo.
         Era muy tarde y yo ya estaba por lo que vosotros llamáis las afueras. En las calles casi no había gente y la que había no me gustaba en absoluto, no se porque sinceramente, pero había algo en el ambiente que me decía que esas personas no eran de fiar. Eso, en lugar de dejarme paralizada, me hizo caminar más deprisa y, al girar en una esquina, me tropecé con un grupo de cinco chicos que parecían tener mi edad.
         Parecían normales, al menos no tenían las pintas de algunos chicos que había visto previamente, vestían ropa normal, peinados normales,… Sin embargo sus ojos me dieron miedo. Estaban completamente rojos y además dilatados. Tenían una especie de palillo pequeño y algo gordo en sus bocas, de las que sacaban humo, y olían realmente mal, con un olor que me recordaba al que había olido al pasar por algunos sitios de los que salía mucha luz y mucho ruido.
         Los cinco se quedaron mirándome, sobre todo contra el que me había tropezado, me sonrieron, de una manera que me recordó a los lobos del bosque, y antes de darme cuenta me rodearon y empezaron a hablarme, con un lenguaje que no entendía.
         Tenéis que saber que las sílfides hablamos con un lenguaje musical y otra forma de hablar nos resulta extraña de comprender. Yo llevaba poco tiempo en vuestro mundo, pero lo que había oído de vuestro lenguaje era muy diferente al de esos chicos. Bueno, me di cuenta de que los sonidos que hacían eran los mismos, pero no su orden, y, además, se trababan y había sonidos que hacían mal.
         Yo estaba muy asustada. Algo me decía que estaba en peligro e intente escapar. Antes de dar dos pasos, el que tenía a la espalda me agarró del brazo izquierdo, me puso las dos manos sobre los hombros y me puso de rodillas, al mismo tiempo que el que tenía delante se acercaba hacia mí, llevándose las manos a los pantalones, donde se le notaba un bulto bastante grande.
         No había analizado la situación, cuando sentí que el chico que me tenía agarrada era lanzado hacia atrás y yo me caí de espaldas, justo cuando una sombra me saltaba por encima y se plantaba de pie entre el chico del bulto y yo. No se lo que pasó, solo oí una especie de siseo, como el de las serpientes, que provenía de la sombra, y los chicos salieron corriendo dando gritos.
         La sombra se dio la vuelta y se arrodilló delante de mí. Se trataba de otro chico de mi edad, con el pelo castaño, los ojos negros y profundos y la piel pálida. A pesar del susto que llevaba encima, ese chico me dio buena espina, sobre todo cuando me sonrió de una manera dulce y preocupada para preguntarme mi nombre.
         Cuando se lo dije, me dijo que se llamaba Remo, me ayudó a levantarme y me invitó a llevarme a beber algo para relajarme, a lo que yo acepte. No sé porque, pero algo me decía que podía fiarme de ese chico y acerté.
         Me llevó a uno de esos sitios que vosotros llamáis bares, de dos pisos, luego me enteré de que había otros tres por debajo, que me gustó enseguida por su nombre “La Luna Llena”. Dentro pidió un vaso de agua para mí y otro de vino para él, nos sentamos a una mesa y nos quedamos hablando un buen rato, hasta que me tuve que ir.
         Volví a mi celda, puse los barrotes de nuevo y me fui a dormir con una sonrisa. Ese día puede que perdiera la capacidad para volar, pero esa perdida no fue comparable a lo que gane. Una completa libertad, que me ayudó ha hacer un verdadero amigo.
         A partir de entonces, todas las noches me escapo de mi celda y me reúno con Remo y mis otros amigos. Ahora tengo nueve y soy muy feliz a su lado, sobre todo en compañía de Javier, un chico de mi edad que, no se porque, me resulta más guapo que los otros. Creo que es, como decís vosotros, por que me gusta, cosa que es nueva para mí.
         A las sílfides no nos enseñan nada relacionado con los temas de amor, a si que no sé que hacer con esta sensación que tengo en el estomago cada vez que le veo. Aunque este rodeada de gente solamente puedo mirarlo a él y, si nuestras miradas se cruzan, algo me impulsa a quitar la mirada con una sonrisa y me pongo roja como una amapola.
         Anoche nuestras miradas se cruzaron y, por primera vez, no desvíe la mirada y le sonreí ¿Sabéis lo que hizo? ¡Sonreírme a su vez! No me lo podía creer ¡Me estaba sonriendo! ¿Creéis que significa que le gusto? Las dudas me están matando y tengo un enorme lío montado en la cabeza.
         Además. No sabré mucho sobre el amor, pero sé que nunca hay que mentir a la persona que se quiere y yo lo hago, no solo con él sino con mis amigos, lo que me pone triste y me hace sentir que no soy buena. Pero… claro… si no… ¿Qué les digo? “Lo siento pero no he sido sincera con vosotros. En realidad no soy humana. Soy una sílfide, una especie de hada de los árboles”
 ¿Cómo creéis vosotros que reaccionarían? Seguramente me darían la espalda. En el poco tiempo que llevo entre vosotros me he dado cuenta de que los humanos tenéis una habilidad especial a despreciar todo lo que no es igual que vosotros, aunque sea de vuestra misma especie. Incluso os matáis por ello.
Ahora tengo que dejarte. Son las nueve y cuarto y he quedado en la Luna Llena con mis amigos. Espero tener el valor algún día de decirles la verdad y de que me acepten tal y como soy. Aunque, teniendo en cuenta como sois, es un sentimiento sin ninguna esperanza.

Un beso muy fuerte:
Serena

jueves, 5 de septiembre de 2013

REMO I

Miércoles 18 de Septiembre

Querido amigo:
                  
                   ¡Hola! Me llamo Remo y, aunque no te lo creas, soy un vampiro. Si, no es que lo hayas leído mal o que te hayas tomado unas copitas de más cuando has salido de fiesta y ahora te bailen las letras, soy un vampiro o un chupasangre. Me la suda como quieras llamarme.
 Tengo veinte años, la piel pálida, como ya te habrías imaginado, el pelo castaño y unos ojos negros y profundos. Mido 1,95 de alto y soy bastante fuerte, algo obvio si soy un vampiro.
Soy griego, concretamente ateniense, y me convertí en vampiro, más o menos, haya por el año 415 a.C., durante lo que vosotros conocéis como Guerra del Peloponeso. Ese año la asamblea ateniense decidió enviar una expedición, en la que yo participe, para conquistar la isla de Sicilia, cuyas ciudades eran aliadas de Esparta. La última batalla que libre fue la de Siracusa, cuyos habitantes nos derrotaron muy severamente y los supervivientes nos vimos obligados a sufrir un hacinamiento en las Latomías, unas enormes cuevas.
Una noche que me tocó hacer guardia un hombre de unos cincuenta años, cubierto con una capucha, se acercó hacia mí y se paró delante. Yo estaba muy nervioso porque me encontraba solo y el hombre no se movía. Pensando que se trataba de alguna deidad que venía a decirme algo importante me acerque a él muy lentamente y, cuando ya estaba a pocos pasos de él, en menos que canta un pavo… perdón, un gallo, es que al haber vivido tanto me lío con las expresiones y más ahora que tenéis una forma de hablar muy rara, se echó sobre mi y me clavó los colmillos en la yugular.
Antes de darme cuenta, en un parpadeo, lo tenía detrás de mí y note dos pinchazos en el cuello. Que te muerda un vampiro es muy doloroso, no os podéis ni imaginar cuanto, y lo peor es sentir como la sangre va circulando por todo tu cuerpo hasta tu cuello y de ahí al vampiro. Notas la succión, los ruidos sobrenaturales del vampiro…, además, cuando beben se excitan, a si que, como te tienen abrazado por detrás para poder beber mejor, notas su excitación y no puedes evitar pensar en lo que te pueden hacer después, lo que, como pueden leerte el pensamiento, los excita más todavía.
Tras un par de minutos, los ojos se te cierran cada vez más al mismo tiempo que los músculos se te cansan y pierden su fuerza. Finalmente se te cierran y acabas inconsciente, pero el vampiro sigue bebiendo hasta que casi no te queda sangre.
Cuando estás en el último hálito de vida, el vampiro se corta la muñeca con sus colmillos y te acerca la cabeza a él para que bebas. En cuanto tu boca toca la sangre, sientes como si una bomba estallara dentro de ti y se desata tu sed, por lo que no puedes evitar beber con fuerza. Nada hay comparable a beber la sangre de un vampiro cuando estas al borde de la muerte, es ambrosía celestial.
A las pocas horas desperté convertido en vampiro y me encontré en un lugar oscuro, húmedo y frío. El vampiro se encontraba delante de mí con la cara descubierta. Jamás imaginarías quien era. Se trataba de Agamenón, si conocéis la historia de Troya seguro que sabéis de quien os hablo.
Me explicó en lo que me había convertido y me llevó a la isla de Creta. Allí, refugiados en las profundidades del antiguo templo de Cnoso, se encontraban Nínive, compañera mesopotámica de Agamenón, que ahora es mi madre, Inés e Irene, mis hermanas mayores, que son babilónicas, y Osiris, mi hermano mayor egipcio. Los cuatro se quedaron un poco sorprendidos al verme, pero enseguida me recibieron con los brazos abiertos, sobre todo Osiris, que estaba deseando tener un hermano con quien compartir correrías y se ofreció a llevarme a cazar por primera vez, cosa que agradecí, por que en cuanto despiertas del cambio sientes una sed inmensa que te retuerce el estomago.
Estamos juntos desde entonces y supongo que no hará falta deciros todo lo que he visto. Ahora vivimos en el sótano de una gigantesca mansión abandonada y hace muchos siglos que deje de ser el hermano mayor.
 Bueno. Ahora que me conocéis un poco mejor y sabéis algo de mi historia os explicaré el verdadero motivo por el que estoy escribiendo esto.
A pesar de ser un vampiro creo que me he enamorado. Y digo creo porque nosotros no sentimos como lo hacéis vosotros, ya que nuestro corazón no late.
¿Y de quién me he enamorado? Os estaréis preguntando. De mi amigo Fernando, al que ya conoceréis más adelante. Pero es un amor imposible que no hace más que provocarme sufrimiento y dolor, sobre todo porque le veo todas las noches cuando nos reunimos. Y anoche hice una gran estupidez por ello.
Se que ahora mismo todos estaréis pensando que por amor habéis hecho muchas estupideces, pero no olvidéis que yo soy un vampiro y, como tal, mis estupideces acaban en sangre y muerte para algún inocente.
Anoche, cuando mis compañeros se fueron a sus casas a dormir, yo volvía  entrar a la Luna Llena y baje a los pisos inferiores buscando a mi presa. El lugar estaba lleno de jóvenes, medio desnudos por el ambiente caluroso, que se contoneaban apretados los unos contra los otros al son de la música.
Después de siglos siendo un vampiro, he aprendido a controlar mi sed de sangre, pero anoche ocurrió algo que jamás habría previsto. Entre todos los jóvenes que había allí uno resaltaba por encima del resto y enseguida llamó mi atención ¿Por qué? Pues porque era muy parecido a Fernando.
Seguro que ya empezáis a sospechar lo que ocurrió. Nada más verle mis colmillos, contraídos hasta entonces, empezaron a crecer rápidamente, el deseo, manifestándose en mi entrepierna, me invadió y un gruñido de felino empezó a vibrar en mi garganta.
Sin pensar en lo que hacía me fui acercando a él con movimientos seductores, que al instante captaron su atención, y el chico me sonrió lascivamente y con la mirada me recorrió de arriba abajo, parándose un momento entre mis piernas, lo que elevó mi deseo más que nunca.
No necesite utilizar mis poderes hipnóticos para llevarlo a uno de los compartimentos del baño y follármelo como si fuésemos animales en celo. Esta parte estuvo muy bien. Lo malo vino después, cuando, sintiendo que estaba a punto de estallar, no pude contenerme y le clave los colmillos en la yugular, mientras lo penetraba por detrás con todas mis fuerzas.
En mi mente no era ese chico quien estaba entre mis brazos, sino Fernando y eso hizo que no pudiera parar de beber, hasta que fue demasiado tarde, y el chico se desplomó inconsciente por la pérdida de sangre.
Durante unos segundos me quede de pie delante de él, respirando como un toro embravecido por la nariz y sin estar saciado del todo, y poco a poco fui recobrando las neuronas y percatándome de lo que había hecho. No hay nada peor para un vampiro, menos quedarse atrapado en la calle cuando va a salir el sol, que darse cuenta de lo que ha hecho mientras esta poseído por la bestia. Algunos incluso, llevados por el arrepentimiento y la desesperación, se llegan a suicidar.
Un tanto nervioso llamé a una ambulancia y salí corriendo de allí. Me metí en el callejón que había entre el local y un edificio y me convertí en murciélago. Paré en un local, que suelo frecuentar mucho por la facilidad con la que se puede conseguir a un chico para pasar un buen rato, esta vez controlándome, y regresé a casa, donde me encerré en mi habitación, antes de que alguien de mi familia me preguntara que tal había sido la noche y tuviera que mentirles.
No puedo continuar asi. Lo que siento por Fernando es demasiado fuerte y me domina. Tengo miedo de que en cualquier momento la bestia me domine y acabe haciéndole lo que le hice a ese chico anoche. Si eso pasa me suicido saliendo al sol.
Lo peor no es que este enamorado de Fernando, si no que creo que ese amor es correspondido. Las miradas que me lanza, los gestos que me hace… me inducen a pensar que le gusto y no sé como voy a evitar estar con él si en algún momento me lo confiesa.
¿Qué puedo hacer? Decirle, cuando estemos a solas, un día: “Fernando ¿Sabes qué? Me gustas. Un montón. Creo que incluso me he enamorado de ti. Pero has de saber que soy un vampiro y una parte de mí quiere perforarte la yugular. Tranquilo he vivido tantos siglos que puedo controlarme, a no ser que me excite demasiado y la bestia me domine, porque entonces podría matarte succionándote toda la sangre.”
Lo más probable es que saliese corriendo y no quisiera saber nada más de mí, cosa que comprendería ¿Cómo iba a estar un chico tan perfecto como él con un monstruo como yo? Después yo, con el corazón roto, me suicidaría abriendo los brazos al sol y dejaría este mundo para irme a los infierno con Lucifer.
Ahora tengo que dejarte. Son las nueve y media y, como siempre, he quedado con la tropa a las diez en la Luna Llena. No sé lo que me deparará el futuro pero espero no sufrir mucho, aunque sé que es un deseo que no se va a cumplir.

Un abrazo muy fuerte:
Remo