Miércoles 18 de Septiembre
Querido amigo:
¡Hola! Me llamo Remo y, aunque no te lo creas, soy un vampiro. Si, no
es que lo hayas leído mal o que te hayas tomado unas copitas de más cuando has
salido de fiesta y ahora te bailen las letras, soy un vampiro o un chupasangre.
Me la suda como quieras llamarme.
Tengo veinte años, la piel pálida, como ya te
habrías imaginado, el pelo castaño y unos ojos negros y profundos. Mido 1,95 de
alto y soy bastante fuerte, algo obvio si soy un vampiro.
Soy griego,
concretamente ateniense, y me convertí en vampiro, más o menos, haya por el año
415 a.C., durante lo que vosotros conocéis como Guerra del Peloponeso. Ese año
la asamblea ateniense decidió enviar una expedición, en la que yo participe, para
conquistar la isla de Sicilia, cuyas ciudades eran aliadas de Esparta. La
última batalla que libre fue la de Siracusa, cuyos habitantes nos derrotaron
muy severamente y los supervivientes nos vimos obligados a sufrir un
hacinamiento en las Latomías, unas enormes cuevas.
Una noche que
me tocó hacer guardia un hombre de unos cincuenta años, cubierto con una
capucha, se acercó hacia mí y se paró delante. Yo estaba muy nervioso porque me
encontraba solo y el hombre no se movía. Pensando que se trataba de alguna
deidad que venía a decirme algo importante me acerque a él muy lentamente y,
cuando ya estaba a pocos pasos de él, en menos que canta un pavo… perdón, un
gallo, es que al haber vivido tanto me lío con las expresiones y más ahora que
tenéis una forma de hablar muy rara, se echó sobre mi y me clavó los colmillos
en la yugular.
Antes de
darme cuenta, en un parpadeo, lo tenía detrás de mí y note dos pinchazos en el
cuello. Que te muerda un vampiro es muy doloroso, no os podéis ni imaginar
cuanto, y lo peor es sentir como la sangre va circulando por todo tu cuerpo
hasta tu cuello y de ahí al vampiro. Notas la succión, los ruidos
sobrenaturales del vampiro…, además, cuando beben se excitan, a si que, como te
tienen abrazado por detrás para poder beber mejor, notas su excitación y no
puedes evitar pensar en lo que te pueden hacer después, lo que, como pueden
leerte el pensamiento, los excita más todavía.
Tras un par
de minutos, los ojos se te cierran cada vez más al mismo tiempo que los
músculos se te cansan y pierden su fuerza. Finalmente se te cierran y acabas
inconsciente, pero el vampiro sigue bebiendo hasta que casi no te queda sangre.
Cuando estás
en el último hálito de vida, el vampiro se corta la muñeca con sus colmillos y
te acerca la cabeza a él para que bebas. En cuanto tu boca toca la sangre,
sientes como si una bomba estallara dentro de ti y se desata tu sed, por lo que
no puedes evitar beber con fuerza. Nada hay comparable a beber la sangre de un
vampiro cuando estas al borde de la muerte, es ambrosía celestial.
A las pocas
horas desperté convertido en vampiro y me encontré en un lugar oscuro, húmedo y
frío. El vampiro se encontraba delante de mí con la cara descubierta. Jamás
imaginarías quien era. Se trataba de Agamenón, si conocéis la historia de Troya
seguro que sabéis de quien os hablo.
Me explicó en
lo que me había convertido y me llevó a la isla de Creta. Allí, refugiados en
las profundidades del antiguo templo de Cnoso, se encontraban Nínive, compañera
mesopotámica de Agamenón, que ahora es mi madre, Inés e Irene, mis hermanas
mayores, que son babilónicas, y Osiris, mi hermano mayor egipcio. Los cuatro se
quedaron un poco sorprendidos al verme, pero enseguida me recibieron con los
brazos abiertos, sobre todo Osiris, que estaba deseando tener un hermano con
quien compartir correrías y se ofreció a llevarme a cazar por primera vez, cosa
que agradecí, por que en cuanto despiertas del cambio sientes una sed inmensa
que te retuerce el estomago.
Estamos
juntos desde entonces y supongo que no hará falta deciros todo lo que he visto.
Ahora vivimos en el sótano de una gigantesca mansión abandonada y hace muchos
siglos que deje de ser el hermano mayor.
Bueno. Ahora que me conocéis un poco mejor y
sabéis algo de mi historia os explicaré el verdadero motivo por el que estoy
escribiendo esto.
A pesar de
ser un vampiro creo que me he enamorado. Y digo creo porque nosotros no
sentimos como lo hacéis vosotros, ya que nuestro corazón no late.
¿Y de quién
me he enamorado? Os estaréis preguntando. De mi amigo Fernando, al que ya
conoceréis más adelante. Pero es un amor imposible que no hace más que
provocarme sufrimiento y dolor, sobre todo porque le veo todas las noches
cuando nos reunimos. Y anoche hice una gran estupidez por ello.
Se que ahora
mismo todos estaréis pensando que por amor habéis hecho muchas estupideces,
pero no olvidéis que yo soy un vampiro y, como tal, mis estupideces acaban en
sangre y muerte para algún inocente.
Anoche,
cuando mis compañeros se fueron a sus casas a dormir, yo volvía entrar a la Luna Llena y baje a los pisos
inferiores buscando a mi presa. El lugar estaba lleno de jóvenes, medio
desnudos por el ambiente caluroso, que se contoneaban apretados los unos contra
los otros al son de la música.
Después de
siglos siendo un vampiro, he aprendido a controlar mi sed de sangre, pero
anoche ocurrió algo que jamás habría previsto. Entre todos los jóvenes que
había allí uno resaltaba por encima del resto y enseguida llamó mi atención
¿Por qué? Pues porque era muy parecido a Fernando.
Seguro que ya
empezáis a sospechar lo que ocurrió. Nada más verle mis colmillos, contraídos
hasta entonces, empezaron a crecer rápidamente, el deseo, manifestándose en mi
entrepierna, me invadió y un gruñido de felino empezó a vibrar en mi garganta.
Sin pensar en
lo que hacía me fui acercando a él con movimientos seductores, que al instante
captaron su atención, y el chico me sonrió lascivamente y con la mirada me
recorrió de arriba abajo, parándose un momento entre mis piernas, lo que elevó
mi deseo más que nunca.
No necesite
utilizar mis poderes hipnóticos para llevarlo a uno de los compartimentos del
baño y follármelo como si fuésemos animales en celo. Esta parte estuvo muy
bien. Lo malo vino después, cuando, sintiendo que estaba a punto de estallar,
no pude contenerme y le clave los colmillos en la yugular, mientras lo
penetraba por detrás con todas mis fuerzas.
En mi mente
no era ese chico quien estaba entre mis brazos, sino Fernando y eso hizo que no
pudiera parar de beber, hasta que fue demasiado tarde, y el chico se desplomó
inconsciente por la pérdida de sangre.
Durante unos
segundos me quede de pie delante de él, respirando como un toro embravecido por
la nariz y sin estar saciado del todo, y poco a poco fui recobrando las
neuronas y percatándome de lo que había hecho. No hay nada peor para un
vampiro, menos quedarse atrapado en la calle cuando va a salir el sol, que
darse cuenta de lo que ha hecho mientras esta poseído por la bestia. Algunos
incluso, llevados por el arrepentimiento y la desesperación, se llegan a
suicidar.
Un tanto
nervioso llamé a una ambulancia y salí corriendo de allí. Me metí en el
callejón que había entre el local y un edificio y me convertí en murciélago.
Paré en un local, que suelo frecuentar mucho por la facilidad con la que se
puede conseguir a un chico para pasar un buen rato, esta vez controlándome, y
regresé a casa, donde me encerré en mi habitación, antes de que alguien de mi
familia me preguntara que tal había sido la noche y tuviera que mentirles.
No puedo
continuar asi. Lo que siento por Fernando es demasiado fuerte y me domina.
Tengo miedo de que en cualquier momento la bestia me domine y acabe haciéndole
lo que le hice a ese chico anoche. Si eso pasa me suicido saliendo al sol.
Lo peor no es
que este enamorado de Fernando, si no que creo que ese amor es correspondido.
Las miradas que me lanza, los gestos que me hace… me inducen a pensar que le
gusto y no sé como voy a evitar estar con él si en algún momento me lo
confiesa.
¿Qué puedo
hacer? Decirle, cuando estemos a solas, un día: “Fernando ¿Sabes qué? Me
gustas. Un montón. Creo que incluso me he enamorado de ti. Pero has de saber
que soy un vampiro y una parte de mí quiere perforarte la yugular. Tranquilo he
vivido tantos siglos que puedo controlarme, a no ser que me excite demasiado y
la bestia me domine, porque entonces podría matarte succionándote toda la
sangre.”
Lo más
probable es que saliese corriendo y no quisiera saber nada más de mí, cosa que
comprendería ¿Cómo iba a estar un chico tan perfecto como él con un monstruo
como yo? Después yo, con el corazón roto, me suicidaría abriendo los brazos al
sol y dejaría este mundo para irme a los infierno con Lucifer.
Ahora tengo
que dejarte. Son las nueve y media y, como siempre, he quedado con la tropa a
las diez en la Luna Llena. No sé lo que me deparará el futuro pero espero no
sufrir mucho, aunque sé que es un deseo que no se va a cumplir.
Un abrazo muy fuerte:
Remo
No hay comentarios:
Publicar un comentario